Villarejo de Salvanés

25/02/2018
Datos de interés:
 Dirección: Plaza de España, 1
 Teléfono: 918 74 40 02
 Web: www.villarejodesalvanes.es

El municipio de Villarejo de Salvanés, perteneciente a la Comunidad Autónoma de Madrid, se encuentra situado en la Comarca de las Vegas, en el sudeste de la región, a una distancia de 50 km respecto a la capital. Está unido con ésta por medio de la Autovía del Este (A3), desde la que se puede acceder tomando la salida 48.

Su emplazamiento queda enmarcado entre dos ríos, el Tajo y el Tajuña, y se encuentra a una altitud de 650 m sobre el nivel del mar, existiendo cotas de hasta 787 m de altitud.

El término municipal posee una extensión total de 118,6 km2, dentro de los cuales se hayan integradas otras áreas pobladas y de cultivo como: Las Huertas de Villarejo, La Varga, Vega Corbera y Buenamesón.

Villarejo de Salvanés limita al Norte con Tielmes y Perales de Tajuña, mientras que al Sur lo hace con Villamanrique de Tajo y la provincia de Toledo. Al Este limita con Valdaracete y Fuentidueña de Tajo, mientras que al Oeste limita con Valdelaguna, Colmenar de Oreja y Belmonte de Tajo.

En la actualidad la población de Villarejo de Salvanés se cifra aproximadamente en unos 7.400 habitantes.

Villarejo de Salvanés cuenta con una importante variedad de paisajes en su término municipal: páramos agrícolas con cereal, vid y olivo, valles salpicados por vegetación de ribera, cerros pestíferos tapizados de esparto, amplios encinares y, especialmente, el Pinar de la Encomienda, con sus espectaculares vistas sobre el valle del Tajo. Es importante considerar el patrimonio natural como recurso turístico en el que la calidad del medio es un factor esencial. En la actualidad existen en el municipio tres rutas que nos invitan a conocer el paisaje y entorno natural de la localidad: la Ruta del Valle de Valdecañas, la Ruta del Valle de San Pedro y la Ruta de Santa María.

Los caminos vecinales que, partiendo del casco urbano, atraviesan este paisaje tan diverso, son un recurso muy interesante para el diseño de rutas campestres aptas para el senderismo o el cicloturismo.

En relación con esto último, cabe señalar que Villarejo de Salvanés cuenta con varios tramos del proyecto CICLAMADRID, un proyecto que está siendo desarrollado por la Dirección General de Turismo de la Comunidad de Madrid y que debe convertirse en un importante eje de tránsito de aquellos que gustan del turismo en bicicleta. Además de esto, las potenciales rutas medioambientales, pueden complementarte con recursos culturales o etnográficos situados en sus proximidades, tales como pozos y fuentes, yacimientos arqueológicos o construcciones agrícolas como casas de labor y cuevas.

Entorno natural: campos de olivares y viñedos

Los amantes de la naturaleza encontrarán en Villarejo de Salvanés un enclave verdaderamente privilegiado en el que poder disfrutar de variados ecosistemas, coexistiendo el páramo con la vega –en la que se extienden fértiles huertas–, frondosas riberas al margen del rio Tajo y un espléndido monte de pino carrasco autóctono, el llamado Pinar de la Encomienda de Castilla, único en la Comunidad de Madrid. Respecto a su vertiente agraria, los absolutos protagonistas de los campos del municipio son el olivo, el cereal y la vid.

Ruta de Valdecañas

Se trata de una ruta circular de aproximadamente unos 7 km que permite al paseante disfrutar de dos paisajes claramente diferenciados y que van de los cultivos de secano y arbustos pequeños, típicamente alcarreños, al –en contraste– vergel que surge entorno al Arroyo de Valdecañas, con cultivos de regadío y árboles frutales. El recorrido comienza detrás de la fábrica de piensos del municipio, cerca de la carretera que se dirige a Carabaña desde Villarejo de Salvanés, y su duración estimada es de unas 2 horas a pie.

Ruta del Valle de San Pedro

Esta ruta nos ofrece un trazado también circular de unos 14 km que discurre a lo largo del valle que bordea el Arroyo de San Pedro, y que conjuga a lo largo de su recorrido paisajes sumamente variados, que abarcan olivares, espartales o zonas de ribera, ofreciendo una amplia diversidad en cuanto a la vegetación que lo jalona. En su recorrido se encuentran pozos y el yacimiento del antiguo despoblado de Salvanés, que actualmente está siendo objeto de excavaciones arqueológicas como potencial recurso cultural asociado a esta ruta. La ruta tiene su punto de origen en la fuente y lavadero tradicional del Pozo Marcos, actualmente restaurado y situado a las afueras del casco urbano, y su duración aproximada es de unas 3 horas a pie.

Ruta de Santa María

Este recorrido, que está formado por un trazado de aproximadamente unos 5 Km de distancia, discurre a lo largo de muy variados parajes, que engloban desde olivares a tierras cultivadas con cereales y viñedos. De los diferentes puntos de interés que podremos observar durante la realización de la ruta cabe destacar por su relevancia el importante yacimiento arqueológico de Santa María, la Ermita de San Isidro y la fuente y lavadero tradicional del Pozo Marcos. La duración estimada de la ruta es de unas 3 horas a pie.

RECURSOS HISTÓRICO-PATRIMONIALES Y CULTURALES

La historia de Villarejo de Salvanés está estrechamente ligada a la Historia Medieval española, a la Reconquista y por ello, a las órdenes militares que se encargaron de la repoblación del centro y mitad sur de la península. La Orden de Santiago, creada en torno a 1170, tendrá una presencia importante en estas tierras situadas entre los ríos Tajo y Tajuña.

A mediados del siglo XIII la Orden Militar de Santiago aprovecha la existencia de una antigua atalaya en la zona para reforzarla y crear un asentamiento, poblándolo principalmente con habitantes de Salvanés, lo que propicia la acuñación del nombre definitivo del municipio en honor a sus primeros habitantes.

La actuación de la Orden dio como resultado la creación de las “Encomiendas”. Entre ellas destaca la Encomienda Mayor de Castilla que a mediados del siglo XIV adquiere su conformación definitiva y Villarejo de Salvanés pasa a ser Cabecera de la misma, convirtiéndose en su sede

y punto neurálgico, y dando comienzo a un periodo de esplendor para el pueblo, que alcanza su punto álgido a mediados del siglo XVI.

Como fruto de ello no sólo floreció la actividad económica y se produjo el consiguiente incremento demográfico, sino que la Encomienda se erigió en artífice del desarrollo arquitectónico de Villarejo, plasmando su sello en los monumentos que jalonan el municipio.

Castillo de la Orden Militar de Santiago

Todavía sigue vigente la hipótesis de que el primitivo castillo de Villarejo de Salvanés surgió como probable reaprovechamiento de una construcción defensiva preexistente, quizá una atalaya de vigilancia que controlaría la cabecera del valle de Valdecañas, lugar donde se sitúa el casco urbano del municipio desde hace siete siglos. El gran valor estratégico que en ciertas épocas ha tenido este emplazamiento es más que evidente y contamos con datos incontestables de su ocupación ya en la Edad del Bronce.

Lo cierto es que, si bien los vestigios arqueológicos remontan la actual fortaleza al siglo XIV, es muy probable que comenzase a construirse como tal desde los mismos orígenes del caserío de Villarejo, a mediados del siglo XIII. Primero como plaza fuerte para controlar el acceso por el Camino Real de Valencia a los territorios de la Orden Militar de Santiago en su extremo más septentrional y, más tarde, como castillo señorial de la Encomienda Mayor de Castilla. El control territorial y de las vías de comunicación, así como la protección de los habitantes del primitivo Villarejo, fueron sus funciones primarias, y así se mantuvo durante sus dos primeros siglos de historia.

Un cambio trascendental sucede a partir de mediados del siglo XV, cuando Villarejo de Salvanés se convierte en centro rector de la Encomienda Mayor de Castilla. Es entonces cuando textos y arqueología nos ofrecen una visión de las profundas modificaciones a las que fue sometida la fortaleza para adaptarla al signo de la nueva etapa de esplendor que se estaba iniciando en la población.

En el convulso contexto de la guerra de sucesión al trono de Castilla y de la reordenación de las encomiendas de la Orden Militar de Santiago, el castillo se ve sometido a un gran ciclo de reformas que lo engrandecen, lo adaptan a las nuevas tecnologías bélicas derivadas del uso de la pólvora y lo llevan de lleno a la modernidad, convirtiéndolo además en el referente militar del poderío de la Orden en la cabecera de su principal encomienda, así como en protección de la residencia del Comendador Mayor mediante la construcción de una edificación con personalidad propia que devendría en posterior palacio dentro del recinto fortificado.

De este modo, el castillo inicia el siglo XVI inmerso en un gran ciclo constructivo que supone la finalización de la torre del homenaje con la forma que tiene hoy en día, la reconstrucción y mejora de la antemuralla con sus cuatro torres cilíndricas y su poterna, la mejora del segundo recinto amurallado que delimita el patio de armas con sus torres cuadradas en las esquinas, la posterior construcción, adosada al lienzo norte, de un bastión defensivo con troneras y una doble puerta con puente levadizo, la realización de un profundo foso en torno a todo el recinto del castillo, con su puente levadizo en la puerta principal. Y a la vez, la construcción del imponente Palacio de los Comendadores, para cuyo embellecimiento se hicieron traer piezas de mármol de Génova y en cuya construcción intervinieron algunos de los mejores arquitectos del momento. La primera mitad del XVI es, por tanto, un periodo de intensa actividad constructiva, promovida por distintos comendadores y principalmente por Hernando de Vega, que la llevaron al esplendor del que gozó durante el periodo en que la “dinastía” de los Zúñiga, con Luis de Requesens como máximo exponente, llevó a su mayoría de edad a la Encomienda Mayor, ya en la segunda mitad del siglo.

Y así llegamos al comienzo de la decadencia del castillo. La entrada en el siglo XVII da lugar a una larga etapa carente de reformas y mantenimiento que derivará en progresiva ruina, explicable por la pérdida de la necesidad militar de la fortaleza y por la irrelevancia de valor atribuido a esta como símbolo del poder de la Encomienda Mayor. A todo ello se suma, principalmente, la profunda crisis económica y política que caracteriza el siglo y la desidia de los comendadores, a los que preocupa poco el cada vez más evidente deterioro del castillo. Así, los textos y los datos arqueológicos vienen a confirmar ese abandono y la falta de reparaciones en los desperfectos que se van produciendo y, a finales de dicho siglo, el castillo muestra ya los primeros signos de esta situación: almenas arruinadas, pérdida del chapitel de la torre del homenaje, puertas rotas, foso en trance de colmatación, etc. Aunque sabemos que todavía durante el siglo XVIII, el edificio del Palacio, sigue manteniéndose en relativo buen estado y con algún uso puntual, el resto de la fortaleza continúa con su deriva de abandono y ruina, pese a que durante dicho siglo se reactiva económica e institucionalmente la Encomienda Mayor de Castilla, como demuestran las intensas mejoras que se realizan en la Casa de la Tercia o la construcción de un nuevo edificio para ubicar una moderna almazara. Así, incluso los textos que aluden a la primera mitad del siglo XVIII nos lo muestran ya como un castillo, con su muralla derrotada, muy maltratado e incluso inhabitable.

El siglo XIX comienza para el Castillo de Villarejo con las consecuencias traumáticas de la Guerra de la Independencia contra la invasión francesa. A parte del episodio bélico protagonizado por Juan Martín “El Empecinado” el 24 de mayo de 1810 y los días posteriores, que no supusieron ningún desperfecto reseñable en la fortaleza, hay que valorar la posterior presencia francesa en Villarejo y los daños causados por sus contingentes. Hay constancia del paso y estancia, camino de Valencia, del II Cuerpo del Ejército francés, que dejó su huella en Villarejo. Recientemente, hemos encontrado en el Archivo Municipal un documento fechado en 1857 en el que se da noticia de la devastación de los franceses en la fortaleza. Gracias a dicho documento sabemos dos cuestiones importantes: por un lado, fueron ellos los que destruyeron el Palacio de los Comendadores y, por otro, que los muros que quedaban en pie, fueron desmantelados en la fecha del documento por parte del Ayuntamiento de la época para vender la piedra. Suponemos que, aparte de la destrucción del Palacio, se dañaron también otras partes de la fortaleza.

El siglo XIX fue, para la Encomienda Mayor de Castilla, el de su desmantelamiento en el contexto de las sucesivas reformas liberales que fueron desarticulando el Antiguo Régimen en todos los órdenes. Sin poder precisar el momento de la desaparición del poder de la Orden Militar de Santiago en Villarejo de Salvanés, si sabemos que sus bienes fueron desamortizados por el Estado a partir de 1835 y posteriormente subastados públicamente, y que, en este proceso, el Castillo pasó a manos privadas.

Tras muchas décadas en manos privadas y sin ningún mantenimiento o cuidado de los restos conservados de la construcción, el Ayuntamiento de Villarejo de Salvanés, compro el Castillo en 1948 a Doña Matilde Prieto González, vecina de Madrid, con el propósito de construir el edificio del Grupo Escolar en el que actualmente se encuentra el Centro Cultural “Luis de Requesens”.

Tras décadas de abandono y ruina, finalmente, entre los años 2003 y 2007 se ejecuta la restauración y acondicionamiento interior de la torre Torre del Homenaje con la financiación de la Comunidad de Madrid. Se recuperaba así para los vecinos y para futuros visitantes foráneos, uno de los símbolos más emblemáticos de la localidad, comenzando una historia reciente en la que el Castillo es hoy una importante referencia turística.

Casa de la Tercia

Desde el punto de vista de su consideración patrimonial, el edificio de La Tercia se encuentra inscrito en el Registro General de Bienes de Interés Cultural del Ministerio de Cultura. En 1974, fue declarado Conjunto Histórico, junto con la Iglesia de San Andrés y el Castillo. Además, desde 1992, se encuentra incluido dentro del ámbito que circunscribe el Bien de Interés Cultural del «Recinto Amurallado» de Villarejo de Salvanés con la categoría de Zona Arqueológica.

Los principales edificios históricos del casco urbano, en los que se incluye la Casa de la Tercia, tienen en común el hecho de haber sido construidos, mejorados y engrandecidos por iniciativa de la Orden Militar de Santiago tras su decisión de establecer en este núcleo la sede principal de la Encomienda Mayor de Castilla.

La Casa de la Tercia fue propiedad y centro administrativo de la Encomienda Mayor de Castilla. Desde el principio, fue residencia de los freires o caballeros de la Orden, pero fue fundamentalmente el complejo donde se almacenaban y gestionaban las rentas en especie (cereal, aceite y vino) obtenidas de las tierras de la Encomienda y los impuestos que los vasallos tributaban al Comendador Mayor. En la casa se almacenaba y procesaba la tercera parte de los tributos recibidos, destinados al propio comendador, que no moraba en ella, sino en el Palacio, localizado en el interior del Castillo y hoy desaparecido. Desde este edificio se ejercía la administración de la Encomienda Mayor de Castilla.

La Casa de la Tercia representa uno de los ejemplos más logrados de arquitectura civil castellana. Se trata de un edificio austero de grandes dimensiones en el que prima lo funcional frente a lo ornamental, una construcción pensada para dar perfecta cobertura a su orientación administrativa y económica.

La fecha exacta de su construcción es todavía una incógnita, aunque todo indica que se debió iniciar en el momento en que Villarejo de Salvanés se convirtió en cabeza de la Encomienda Mayor de Castilla. Los recientes estudios arqueológicos efectuados en el ala este del edificio con motivo de su rehabilitación, han puesto de manifiesto la existencia de un edificio anterior a la construcción del que actualmente puede apreciarse. Se han podido identificar las cimentaciones de una estancia adosada al muro exterior de la bodega y de la que los textos del s. XVI no hablan, puesto que en ese momento la casa presenta más o menos la configuración que hoy podemos ver. Este hecho, junto con las ventanas abocinadas que se abren en los dos cuerpos principales de la Casa, hace pensar que el edificio se encontraba en pie con anterioridad a la fecha de 1554.

Presidiendo la puerta principal del edificio actual, se dispone, en lo más alto, el escudo real de los Austrias y, más abajo, en ambos flancos del balcón situado sobre la puerta, se disponen dos escudos de armas de los Zúñiga-Avellaneda, lo que ha llevado a pensar que el edificio, tal y como lo conocemos, fue construido durante el periodo en que fue Comendador Juan de Zúñiga y Avellaneda, entre los años 1534 y 1545.

La Casa de la Tercia disfrutó siempre del máximo cuidado por parte de los sucesivos comendadores debido al servicio que prestaba a los intereses de estos y de la propia Encomienda. Esto hacía que, ante cualquier desperfecto o deterioro de sus instalaciones, se procediera rápidamente a su reparación o mejora. De hecho, en una fecha tan tardía como 1763, se repusieron las tinajas de la bodega, tal y como aún puede observarse en una inscripción grabada en el interior del muro este de la misma. Este hecho nos habla de que el edificio estaba en pleno uso pocas décadas antes de su desamortización y que las inversiones se seguían produciendo.

Lo primero que el visitante advierte al acercarse a la Casa de la Tercia es la sobriedad de su fachada principal, acorde con el resto del edificio. Solo el imponente arco adintelado de grandes dovelas y las jambas de piedra que franquean el acceso rompen, sin alardes decorativos destacables, la sencillez del conjunto. Directamente sobre el arco de la puerta se dispone, siguiendo el eje vertical, un balcón con acceso también adintelado en piedra, sobre el que, a su vez, se encuentra el escudo imperial de los Austrias, centrado en el tímpano de un pseudofrontón que corona la fachada. A ambos lados del arco de la puerta principal, se disponen dos escudos iguales con la heráldica de Juan de Zúñiga y Avellaneda, el Comendador bajo cuyo gobierno se engrandeció el edificio. El arco que corona la puerta principal es un ejemplo de las muchas remodelaciones que ha sufrido la Casa de la Tercia a lo largo del tiempo, de lo que han dejado constancia tanto los documentos conservados de la Orden Militar de Santiago como los muros y suelos del propio edificio. El primitivo arco de medio punto tuvo que reforzarse en 1718 con un arco adintelado debido a su mal estado. Igualmente se ha constatado la apertura y cierre de ventanas, como la abocinada situada a la izquierda del arco de acceso o la que servía para introducir las uvas en el lagar de vino tinto y que fue cegada al instalar el lagar de viga.

Se cree que, al principio, la Casa estuvo compuesta por dos grandes edificios con fachada común abierta a la actual calle Encomienda y comunicados interiormente por un gran patio. Después, cuando la casa adquirió mayor relevancia para la Orden Militar, se construiría el primer patio columnado y el corredor que permitía la comunicación a las diferentes dependencias de la primera planta.

A un lado de este patio estarían, en su momento, las habitaciones de los freires, así como el aula de gramática, las cocinas y una cueva con tinajas donde se almacenaba el vino que luego se vendía por una ventana abierta al pradillo de la Iglesia de San Andrés Apóstol.

Al otro lado estaría la bodega, con sus lagares y el cocedero de vino, situándose el granero en la parte superior. Actualmente, tras la rehabilitación realizada recientemente, esta ala del edificio alberga el actual Museo Etnográfico y Sala de Exposiciones de la Casa de la Tercia.

La principal singularidad del Museo Etnográfico Casa de la Tercia se expresa en el hecho de que tanto la zona expositiva como el espacio que la alberga son a la vez partes del mensaje a transmitir. En este espacio museístico, continente y contenido son parte indisociable del discurso. El visitante percibirá de inmediato que no existe mejor lugar para mostrar la evolución del sector agroalimentario que un edificio con tan dilatada e ilustre historia en el que dichas actividades jugaron un papel esencial y en el que, además, las infraestructuras de procesos productivos tan vinculados a la tradición se conservan en inmejorable estado.

Lo primero que llama la atención al entrar en el espacio expositivo es la magnífica arquería de ladrillo que divide longitudinalmente en dos la galería. También destacan a primera vista las enormes tinajas del cocedero de vino donde se almacenaba el caldo, así como el espacio de los dos lagares, uno destinado a la producción de vino tino y otro al vino blanco. En el lagar de vino tinto se conserva parte de la estructura de madera de la viga, así como la impronta del contrapeso pétreo, las águilas y parte de su cabecera. De la segunda mitad del s. XVIII son las grandes tinajas que todavía se conservan en pie, como refleja la inscripción localizada en sus proximidades.

La colección que compone el Museo queda vinculada a los productos y producción del sector primario en Villarejo de Salvanés y su comarca desde el s. XV a finales del s. XX. Horquillos, rastros, zoquetas, vara de gavilanes, collazos, bielda, albarcas, celemín… muchos de los objetos que componen la colección han sido donados o cedidos por los propios vecinos del municipio para que permanezcan en el tiempo como piezas de colección y testimonio de cómo era la vida en el campo, la base económica de Villarejo de Salvanés durante siglos.

En el piso superior encontramos el granero, cuya techumbre conserva bovedillas originales de la reforma realizada en 1798 y que han sido reproducidas a lo largo de la nave. Una vez más las ventanas abocinadas que encontramos en otras partes del complejo, como la fachada o la bodega se repiten en el antiguo granero con una doble función: el paso de aire y luz y, sobre todo, la protección de los bienes depositados en su interior. El granero es la estancia dentro de La Tercia que se ha conservado más estable en cuanto a su función de almacén de grano hasta bien entrado el s. XX.

Recientemente, este exclusivo y amplio espacio de la Casa de la Tercia se ha adaptado como sala polivalente dedicada a albergar exposiciones y actividades culturales que reflejan el dinamismo de la actividad cultural del municipio.

Dejando a un lado la función histórica de la Casa de la Tercia, interesa señalar algunos de los hechos que han tenido como escenario este edificio a lo largo de su existencia.

Durante las últimas décadas del siglo XVI y los primeros años del XVII, durante el tiempo que duraron las obras de construcción del Convento de Ntra. Sra. de la Victoria de Lepanto, la Casa de la Tercia sirvió de aposento provisional a la primitiva comunidad franciscana que posteriormente se encargaría de custodiar el templo. Además, la imagen de la Virgen donada por el Papa Pio V, tras la Batalla de Lepanto, estuvo también alojada en este edificio hasta su traslado definitivo al Convento.

Otro hecho destacable, ya en el siglo XIX, es la sublevación fallida del general Prim en Villarejo de Salvanés contra el gobierno de O´Donnell y la reina Isabel II, el día 3 de enero de 1866, teniendo la Tercia como punto de reunión.

Durante la Guerra Civil, el edificio fue utilizado como quirófano y Hospital de Sangre en la retaguardia, de lo que dan buena cuenta los números de las camas que aún se conservan en el edificio.

Cinco siglos dan para mucho en un edificio que fue fundamental para Villarejo de Salvanés y para la Encomienda Mayor de Castilla. Ahora, la Casa de la Tercia se levanta restaurada, convertida en Museo y con vocación de seguir sirviendo como punto de referencia cultural para todo aquel que se acerca a sus muros.

Iglesia Parroquial de San Andrés

Pertenece al tipo de iglesia-fortaleza característico de las órdenes militares, lo que advertimos en su aspecto vetusto y sólido. Con claras reminiscencias defensivas, tradicionalmente ha sido un lugar de acogida de la población indefensa. Se cree que la Iglesia-Fortaleza de San Andrés, data de momentos anteriores al siglo XIV, cuando se fundó el pueblo de Villarejo, aunque las primeras referencias documentales son del siglo XVI.

Es uno de los edificios pertenecientes a los bienes de la Encomienda Mayor de Castilla. Es de una sola nave, aunque su disposición permite suponer que se proyectaron tres naves, que terminaron concretándose en capillas laterales desde los arcos.

En una de las capillas, abierta por una reja de hierro forjado del siglo XVI y adornada con motivos renacentistas, encontramos una magnifica lápida epigráfica fechada en el siglo XV, correspondiente a la familia que dotó su construcción: los Aponte, cuyo escudo también luce en el exterior.

Consta de un frontón en el que aparece el escudo de la Orden Militar de Santiago, así como en la puerta lateral. Este, por tanto es el único edificio en el que podemos ver el escudo de la Orden. También puede advertirse el escudo del Consejo de Órdenes Militares en su lateral. La mezcla de estilos, entre los que destaca el gótico tardío y el herreriano, es otro de sus distintivos esenciales.

El retablo del Altar Mayor tuvo en su día pinturas de Pedro de Orrente (pintor del primer barroco español cuya producción se centro principalmente en temas religiosos), que desaparecieron durante la Guerra Civil.

Santuario y convento de Ntra. Sra. de la Victoria de Lepanto

El templo de la Patrona de Villarejo de Salvanés es un recurso de gran importancia a tener en cuenta en cualquier visita guiada al Conjunto Histórico. Su construcción está relacionada con uno de los episodios más destacados de la historia de Europa: la Batalla de Lepanto, librada para impedir el avance del imperio otomano por el Mediterráneo (1571). Luis de Requesens, Comendador Mayor de Castilla y Lugarteniente de Don Juan de Austria en dicha batalla, prometió que si las fuerzas cristianas alcanzaban la victoria levantaría un templo en agradecimiento a la Virgen y cumplió su promesa.De líneas austeras, acorde con el espíritu de la congregación franciscana que se haría cargo del templo y coronado en su exterior por una espadaña de estilo mudéjar, este santuario es un edificio muy querido y cuidado por el pueblo. La festividad de la Virgen de la Victoria es el 7 de octubre, día de la Batalla.

Fuentes y lavaderos tradicionales

En los últimos años, se han rehabilitado y puesto en valor en Villarejo de Salvanés dos conjuntos hidráulicos de uso tradicional correspondientes a antiguas fuentes y lavaderos: la del Pozo Marcos y la del Cañuelo, ambas situadas en los actuales confines del casco urbano y con características similares.

La Fuente del Cañuelo dispone de un interesante estudio histórico-arqueológico, y es un conjunto hidráulico fechado en 1776. Consta de una fuente apoyada sobre un bordillo que la recorre en su perímetro exterior, fabricado con bloques calizos. Conserva un rebosadero semicircular excavado en la piedra desde el que caería el agua a un canal que la llevaría al abrevadero. También se observa la impronta de los cántaros al apoyarlos de manera continua en el muro Sur para poder llenarlos directamente desde el caño. Rodeando la fuente se ha descubierto un pavimento de cantos de piedra caliza. Presentaría forma rectangular y limitaría con el camino que formara la calle del Cañuelo.

El abrevadero de ganados presenta forma rectangular. Se fabricó sobre una sola pieza de piedra caliza. Presenta sendos rebajes en sus muros Sur y Norte. Por su parte, el lavadero de ropa presentaba el vaso incrustado en el suelo, con los muros fabricados con bloques de caliza trabados –en su cara externa- y un enfoscado de mortero bruñido al interior. Los muros Sur y Este además presentan una pared de ladrillos macizos. Este vaso debió de sufrir al menos una reparación en forma de una solera de ladrillos macizos de tejar que documentamos tan sólo en algunos puntos de la base.

Bodegas y cuevas tradicionales

Las bodegas que observamos en el sureste de Madrid y también en Villarejo de Salvanés están ligadas a la economía del medio, fundamentalmente a partir de la Edad Media cuando creció el cultivo del viñedo y el vino se convirtió en un elemento importante dentro de la alimentación de los madrileños.

Si bien Villarejo de Salvanés fue un pueblo mayoritariamente dedicado al cultivo del cereal, ya desde el s. XV está atestiguada la presencia del cultivo de la vid, aumentando sobre manera a mediados de la centuria siguiente. En el s. XVIII la vid supone el segundo cultivo en importancia tras el cereal, ocupando cada vez tierras de mejor calidad, ya que la mayor rentabilidad del viñedo venía favorecida por su inclusión dentro del circuito comercial, con venta del caldo en la capital.

Una parte importante de la economía tradicional de Villarejo fue, por tanto, el cultivo de los viñedos, la vendimia y la fabricación de vino que se convirtieron pronto en una actividad importante y ocupó a lo largo del tiempo cada vez a un mayor número de labradores.

En el s. XX la reconversión del sector agrario se tradujo en los años sesenta-setenta en una reducción de la mano de obra en el campo, transformándose las poblaciones con una incipiente industrialización a unas gentes dedicadas más al sector secundario. La actividad industrial que, a mediados de siglo apenas era existente, dio paso en Villarejo de Salvanés a varias industrias agroalimentarias. Almazaras y bodegas, de condición casi artesanal, pasaron a ser instalaciones con avanzada maquinaria y tecnología puntera. Así hoy vemos que el vino ya no fermenta en tinajas sino en luminosos depósitos metálicos en bodegas como Jeromín o la Cooperativa San Andrés.

Del cultivo tradicional de las viñas, más familiar, deriva un tipo de construcción que todavía se mantiene en muchas de las viviendas de la localidad, las cuevas, un auténtico enjambre de bodegas domésticas horadadas en el subsuelo urbano de Villarejo de Salvanés. En Villarejo la geología ha permitido la excavación de estas bodegas subterráneas que, gracias a su comportamiento higrotérmico, conservan temperaturas y humedades estables

Hasta hace pocas décadas las casas de Villarejo de Salvanés, como las del resto de la Comarca de las Vegas, respondían al tipo de vivienda agrícola-ganadera donde, además de dependencias para los dueños, el ganado, los carros y los aperos del campo, había bodegas subterráneas donde se almacenaba el aceite y el vino. Algunas disponían de bodegas y lagares para la elaboración del vino, generalmente con entrada desde la corraliza.

Las cuevas eran estructuras subterráneas que ocupaban parte o la totalidad de la planta de la vivienda. El acceso se realizaba a través de escalones. A ambos lados de los pasillos se alzaban tinajas fabricadas en la vecina localidad de Colmenar de Oreja, traídas a Villarejo en carros tinajeros y mulas, grandes, anchos y largos para las tinajas de 400 arrobas. A pesar de sus grandes dimensiones, las tinajas o tenajas, eran introducidas en las cuevas en el momento de su construcción, cargadas a las espaldas por los propios propietarios de la casa.

Estas bodegas subterráneas o cuevas eran muy económicas a la hora de construirlas porque utilizaban los materiales locales. Su construcción normalmente era paralela a la del resto de la edificación, realizada por los propietarios de las casas y sus familiares normalmente en el momento de levantar la vivienda. En ocasiones, el material extraído en el vaciado de la cueva era reutilizado para levantar los muros de la casa, siendo más escasas las excavadas una vez construida la vivienda.

Las cuevas en las casas surgen por la necesidad de conservar el vino en buen estado para su consumo a lo largo del año, aunque también se utilizaron para almacenar otros alimentos. Algunas disponían de su propio lagar, donde se almacenaba el caldo en cubas de madera o tinajas de barro. La misión primordial que tenían las cuevas era de servir de almacén de vinos hasta que se comercializaban ya que la temperatura es casi constante, habiendo variaciones de dos y tres grados entre las estaciones fría y cálida. La cueva estaba toda blanqueada de cal, incluso las tinajas, ya que la cal absorbía mejor la humedad muy abundante en esta parte de la bodega.

En los meses del invierno cuando los rigores del clima se hacen notar, y las heladas son abundantes, se hacía el trasiego del vino del cocedero a la cueva con una máquina de trasiego, aunque lo original era hacerlo con pellejos. Tres o cuatro hombres iban trasladando el vino de un sitio a otro.

El elemento fundamental de las bodegas, al margen de los propios edificios, eran esos lagares para llevar a cabo el pisado, las cubas para contener el mosto en el curso de la fermentación inicial y los envases de almacenamiento y transporte.

Las cuevas están formadas normalmente por galerías abovedadas con arco de medio punto o de crucería, con una longitud variable, de las que podrían salir otros ramales o caños. Disponen de ventanas al exterior, a modo de chimeneas troncocónicas o troncopiramidales, para facilitar la ventilación, evitar las humedades y eliminar los gases de la fermentación del vino.

A los lados de las galerías se abren huecos, unas hornacinas para colocar las tinajas, las sibiles, donde la tinaja se encontraba levantada del suelo en una plataforma de unos 30 cm. para la colocación del tinillo con las medidas del vino.

Los envases de almacenamiento de vino a comienzos del siglo XIX y en el s. XX y que todavía vemos en muchas casas de Villarejo de Salvanés, eran los toneles o barriles de madera y las tinajas de barro. Éstas eran producidas en el siglo XIX en dos centros principales, Villarrobledo (Albacete) y Colmenar de Oreja (Madrid), localidad esta última que suministraba a Villarejo de Salvanés, como ya hemos comentado. Posteriormente, entrado el s. XX, las tinajas de barro fueron sustituidas por conos de hormigón, construidos in situ, de acuerdo con las exigencias de forma y tamaño del cliente, que resultaban mucho más baratos.

El inmueble de Samuel Baltés nº 23 cuenta con dos cocederos. Habitualmente se trataba de grandes naves cuadrangular con la cubierta de madera de armaduras de par y nudillo. Uno de ellos conserva todavía las tinajas de barro, traídas muy probablemente de Colmenar de Oreja a finales del s. XIX o comienzos del s. XX. El otro, de mayores dimensiones, presenta conos de hormigón construidos en los años 60 del s. XX, cuando una mayor producción provocó la sustitución paulatina de las tinajas de barro por estos nuevos recipientes de mayor cabida. Las tinajas se sitúan en una estructura de madera, denominada empotro, con un entarimado en la parte superior que permitía andar sobre él y tener acceso a la boca de las tinajas.

Yacimientos arqueológicos en investigación o potencialmente visitables

Villarejo de Salvanés es uno de los municipios de la Comunidad de Madrid que mayor riqueza arqueológica alberga en su término municipal. Aunque actualmente ninguno de los yacimientos conocidos se encuentra preparado para ser visitado con fines turísticos, cabe considerar que en un futuro esto pueda ser posible.

En Villarejo de Salvanés el grueso de la información de naturaleza arqueológica se produjo a raíz de la confección de su Carta Arqueológica en los años 90 del siglo XX y de las intervenciones arqueológicas de mayor calado, como las campañas de excavación llevadas a cabo en el yacimiento de Santa María o en el recinto amurallado de la Fortaleza santiaguista.

En la Carta Arqueológica se recoge la existencia en el término municipal de 112 enclaves, la mayoría en las cercanías de cursos de agua. De ellos 38 serían hallazgos aislados de los que no se sabe si formarían un yacimiento propiamente dicho o si los materiales se corresponderían con algún tipo de frecuentación del espacio en el que se localizaron. Otros 52 yacimientos no pudieron ser clasificados culturalmente, debido a la indefinición de sus materiales asociados (Presas Vías, 1996a: 289-290). Aunque los yacimientos se encuentran repartidos por la totalidad del término municipal, son más abundantes en su zona sur, junto a las áreas de influencia del río Tajo y de sus arroyos tributarios, de los que los más importantes son el de Santa María, San Pedro y Valdepuerco.

Si bien el yacimiento de Sana María reúne condiciones muy interesantes para una futura puesta en valor de los restos excavados en los años 90 del siglo XX, no parece viable a corto y medio plazo una propuesta de acondicionamiento para ser visitado. No ocurre lo mismo con el yacimiento de San Pedro de Salvanés, en el cual se ha iniciado este año un proyecto de investigación que puede derivar en el futuro en la creación de un punto visitable de carácter arqueológico situado junto a una ruta natural muy interesante al enfoque turístico (cicloturismo y senderismo) y, por tanto, ser objeto de visitas guiadas.

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